sábado, 15 de abril de 2017

ADRIÁN, UN NIÑO INCREÍBLE…

Adrián, un niño increíble…
-Yo quiero un cuento dijo, Adrián… ¡voy a leer!
-¡Hay!,ni lo va leer, comentó Wendy,  con una sonrisa que mostraba su desconfianza.
-Tú cállate, niña…
Le respondió, y empezó a leer los títulos de los cuentos que llevaba la maestra de español.
Eran los cuentos que todos hemos leído en nuestra infancia, o disfrutado en una película infantil, me refiero no las versiones de fantasía que todos conocemos, sino a las originales: Charles Perrault, los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, anónimos, y algunos otros…
Días antes, la profesora los invitó a un “concurso” de dibujo  en el que todos participarían: “Leer para dibujar”, lo tituló;  cuya condición era leer un cuento y dibujar algo relacionado con la lectura: un sentimiento, lo que me hizo recordar o imaginar, qué significó para mí la lectura…
-Sin lectura, el dibujo no tiene validez, sentenció, la maestra y agregó:
-El dibujo lo harán en horario de clase, pondremos una fecha y lo elaborarán en mi hora, no vale traerlo de casa.
Dicho esto, les encargó elegir un cuento y llevarlo al aula para leerlo ahí.
La maestra, sabedora que no era un grupo muy cumplido y que muchos no lo leerían previamente o no llevarían el texto al aula, se preparó con una gran variedad de títulos y copias para que todos pudieran elegir el suyo… Y así lo hicieron…
-Fue un gran día, pensó la maestra.
Todos habían leído, algunos dos o tres títulos, intercambiaron cuentos, comentaron…
-El objetivo se cumplió, suspiró…
El propósito de la actividad era que todos leyeran y comentaran.
Adrián, por su parte, leyó tres cuentos: Barba azul, El flautista de Hamelin y el Soldadito de plomo, este último fue el que más le gustó, aunque no estuvoa de acuerdo con todos los sucesos de la historia…
En la siguiente hora, era el momento de dibujar,  la maestra llevó hojas, colores, lápices… no todos llevaban lo necesario, unos por descuidados u olvidadizos, otros (muchos) porque no tenían los medios, se trataba de alumnos en su mayoría del nivel medio bajo, en un entorno sociocultural difícil, gran parte con familias disfuncionales.
Los muchachos estaban entusiasmados, habían leído sus cuentos y los premios les motivaba. Así que a pesar del calor de ese día (uno cualquiera durante el mes de mayo), el aula de primero J se llenó de luz, pues a pesar del calor que ya se dejaba sentir, la falta de aire acondicionado no fue obstáculo para que de los lápices surgieran “verdaderas” obras de arte, como ellos mismos las catalogaron. Esas grandes obras simbolizaban el empeño, el trabajo, la dedicación, el gusto, la motivación que cada uno puso en ellos, sobre todo estaban ahí los significados de las lecturas realizadas.
La maestra los miraba y gozó verlos trabajar, compartir colores, borrador, adularse…reir… al mismo tiempo que recordaba el día que llegó por primera vez a esa aula, en enero de ese mismo ciclo, cuando Adrián le dio su “bienvenida” como le habían dicho sus compañeros:
Esa tarde para Adrián fue muy difícil, pues tuvo la crisis más fuerte que había tenido desde que llegó a su secundaria. Era la penúltima hora de la jornada escolar, Beatriz llegó, era un grupo muy numeroso, apenas había transcurrido un cuarto de hora cuando las quejas empezaron a surgir:
-¡Maestra!, Adrián me pegó, gritó una niña.
-Maestra, Adrián me tiro los libros, que los levante, dijo otra.
-Maestra, le voy a pegar al Adrián, ya empezó, decía alguien más…
Ante estas y otras quejas, la profesora, sin éxito, intentaba controlar al niño, quien se paseaba por el salón,  tirando a su paso las cosas de sus compañeros o pegándoles,  se subió al escritorio para “colgarse” del tubo que atravesaba el aula… no escuchaba, no obedecía…
Fueron momentos  de impotencia, recordaba Beatriz, quien en ese momento, su primer día en la escuela, no sabía de la condición de Adrián, hasta que su hermano (y compañero de grupo) se le acercó y con voz baja y tono apenado, le dice que su hermano está “enfermito”, que toma medicamentos y que así es con todos los maestros… no es sólo con usted, le dijo, como queriendo justificar algo…
Se trataba de un niño  con necesidades educativas especiales, según le informó la trabajadora social que había acudido al grupo para llevárselo  y tratar de calmarlo, pues la persona de apoyo, a esa hora, no se encontraba, ya que su jornada terminaba temprano y los niños como Adrián quedaban sin apoyo el resto de sus clases…
No lograron tranquilizar al niño, se calmó un poco porque cayó al “chocar” contra la cerca cuando corría sin parar, ellos sólo lo vigilaban…
Muchos días le siguieron, y Adrián estaba muy lejos de ser un alumno modelo, cada día intentaba distintas estrategias con él, (y con otros, también, recuerda), varias veces había tenido que dar la clase con él a un lado,  o desde la butaca donde él estuviera sentado… en otras ocasiones, lo sentó en su lugar para que trabajara desde su escritorio:
-Es suyo, preguntó (una de esas veces), refiriéndose al celular…
-¿Tiene juegos?...
Su teléfono tenía juegos educativos que había descargado para su hija, así que viendo su interés, le mostró y lo dejó jugar con uno…
Cuántos aprendizajes me ha dado este niño, pensaba, cuando se escucha una voz fuerte:
-¡Me quedó “perrón”¡
Y todos  rieron  ante la expresión espontánea y festiva de Adrián que había terminado su dibujo.    
Con pasos de baile se levantó y entregó su gran obra a la maestra.
Esta misma actividad  se llevó a cabo en el resto de los grupos de Beatriz, la maestra, para la final habría tres lugares para cada grado (tenía dos primeros y  dos terceros; G y J en cada uno).
-Pediré apoyo a mis compañeros para elegir a los tres ganadores de primero y los tres ganadores de tercero, en cuanto los tenga les informo y premiamos.
Tal como lo dijo, la maestra pidió apoyo a su compañera de academia (y complicidades académicas) para elegir a los ganadores.
Sin saber que Adrián era un niño atendido por Usaer, su dibujo llamó la atención de la maestra por la manera de expresar  y elegir los elementos simbólicos del cuento, al saber su condición, se sorprendió y le reconoció su esfuerzo…
 Adrián fue uno de los ganadores de primer año, el aplauso de su grupo lo hizo sentir muy bien, su semblante lo reflejó y un diploma, aunque sólo firmado por la maestra, fue verdaderamente reconfortante para un niño al que generalmente se le señalaba por su indisciplina, su falta de trabajo, su actitud a veces agresiva con sus compañeros y, otras, desafiante con la “autoridad”.

 ¿Qué hace un niño como Adrián cuando los maestros no los conocemos? ¿qué obtiene un niño como él cuando los maestros no están preparados para darles la atención que ellos necesitan? ¿qué les espera a esos niños cuando la escuela no les ofrece lo mínimo para desarrollar sus capacidades (que son muchas, pero mal encausadas)? ¿qué les espera a niños como Adrián cuando la  misma autoridad educativa les da la espalda? ... Adrián terminó el último mes del ciclo escolar sólo asistiendo los días de exámenes porque en otra de sus “crisis”  -la segunda de gran intensidad en el ciclo- fue desafiante y agredió verbalmente a la directora quien (sin afán de justificar la actitud del niño) delante de él se expresaba peyorativamente del alumno.

Los niños como Adrián son increíbles:  me enseñan a ser lo que soy, a valorar lo que hago y cómo lo hago, a seguir buscando alternativas, me “inyectan” la necesidad de seguir preparándome.
 GBRQ*